miércoles, 8 de julio de 2009

Bases evolutivas de la custodia y del régimen de visitas

"El desarrollo del apego a los padres constituye uno de los logros clave durante el primer año de vida, por su importancia para el sentimiento de seguridad, la autoconfianza y la imagen acerca de los demás y las relaicones con ellos (para revisión ver Cantón y Cortés, 2005). La mayoría de los niños se apegan a ambos progenitores más o menos a los seis o siete meses de edad, anuque interactúen menos con el padre, de manera que habrá que adaptar el tiempo que pasa con cada progenitor para minimizar la separación del otro. La investigación ha demostrado la necesidad de un contacto regular para fomentar y mantener el apego y que, aunque el tiempo interactuando no es el único factor en el desarrollo del apego, sí es necesario un umbral mínimo. Además, las interacciones deben producrise en una variedad de contextos (alimentación, juego, acostarlo, levantarlo...) que consoliden y fortalezcan las relaciones.

Durante los dos primeros meses de vida es necesaria una interacción frecuente para que se desarrolle el apego o de lo contrario el padre no residente se convertirá rápidamente en un extraño. Entre los dos y los siete meses (etapa de sociabilidad discriminante), aunque el niño no protesta por las separaciones, el alejamiento supone una amenaza para el surgimiento del apego, de modo que una ausencia prolongada le llevaría al olvido del progenitor ausente.

Conforme se fortalece el apego entre los seis y veinticuatro meses, se van haciendo también más intensas las reacciones ante la separación de las figuras de apego. Pero, como señalan Kelly y Lamb (2000; 2003), aunque muchos niños de entre quince y veinticuatro meses se "resisten" a las transiciones de un padre a otro (como sucede, incluso en mayor medida, cuando tienen que ir a la guardería), no es menos cierto que se tranquilizan rápidamente después de la transición. Además, el nivel de ansiedad se reduce si se le comunica con calma poco antes y como un hecho consumado, y tranquilizándolo con respecto a su vuelta (Kelly y Lamb, 2000). A los dos años de edad la mayoría ya no experimenta ansiedad por la separación, con la excepción de los que presenten un apego inseguro o cuando el propio progenitor tiene dificultades al respecto.

Entre los dos y tres años comprenden mejor las idas y venidas de los padres y pueden planificar con ellos su vuelta y actividades cotidianas, tolerando mejor las separaciones, pero su sentido del tiempo les impide ir más allá del hoy y del mañana y no pueden entender ni aforntar separaciones de vairas semanas o meses. Dado que su perspectiva del tiempo hace difícil para un niño de dos años i r más allá del hoy o del mañana, se limita así la duración tolerable del tiempo de separación de sus figuras de apego.

Según Hodges (1991), los acuerdos sobre el sistema de visita deberían tener en cuenta el desarrollo de la perspectiva temporal del niño, y aque su escasa comprensión del tiempo puede hacer que le resulte difícil recordadr al progenitor ausente e intuir cuándo se producirá su regreso junto al otro porgenitor, del que ha estado separado durante la visita. Esto podría producirle inseguridad, ansiedad y dificultad para identificarse con cada progenitor. No obstante, la utilización estricta del criterio edad en el diseño del régimen de visitas es inadecuada, ya que cada niño tiene un modelo evolutivo único en el desarrollo de los conceptos temporales. El desarrollo de la comprensión del tiempo sigue una secuencia predecible durante preescolar y primeros años de primaria. La mayoría de los niños de cuatro años de edad entiende el concepto de "mañana", a los cinco años llega a entender e de "pasado mañana" y a los 6 o 7 años sabe contar y entender lo que es una semana o un mes. Finalmente, el sentido temporal infinito y el concepto de "para siempre" se desarrolla entre los 7-8 años.

Por lo que respecta al papel desempeñado por el nivel evolutivo en la relación entre el tipo de visitas y su nivel de adaptación, los resultados obtenidos con preescolares indican que la consistencia de las visitas predice la adaptación del menor. Los datos sobre niños de edad escolar sugieren que cuando existe un bajo nivel de conflictos y el progenitor sin la custodia no presesnta trastornos, la frecuencia de las visitas es muy importante para la autoestima del niño. Los resultados también sugieren la necesidad de que el padre y los hijos dispongan de tiempo para estar a solas durante las visitas. Cuando llega la adolescencia son los propios hijos los que determinan su disponibilidad con cada progenitor. A los adolescentes les preocupa que su deseo de pasar el tiempo con lso amigos hiera los sentimientos de los padres, y les sienta mal que no se les teanga en cuenta al planificar las visitas (Hodges, 1991)."

CANTÓN DUARTE, J.; CORTÉS ARBOLEDA, M. R. y JUSTICIA DÍAZ, M.D. (2007) Conflictos entre los padres, divorcio y desarrollo de los hijos. Madrid: Editorial Pirámide. (Págs. 221 - 222).


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